jueves, octubre 12, 2006

Un día sin la palabra “G”

Quizás porque no he visto desde los 18 años (hace más de diez años ya) aquella cintura que aun reconozco como “mía” soy muy sensible con la palabra gorda, tanto que prefiero que la llamemos la palabra “G”. Soy como los afro-americanos de las películas norteamericanas que no quieren que se use la palabra “N” porque en cualquier contexto y dicho por cualquier persona que no sea de su misma tonalidad de piel, es un insulto. Así mismo siento que cuando se usa la palabra “G” como calificativo se nos pone, a mí y a todas aquellas personas cuyas dimensiones le hacen sentir nervios al sentarse en una sillita de palitos de pino.

No es que no me pegue el calificativo, es como se usa. A veces se me menciona como una señal de mi falta de esfuerzo por no ser como debo ser. A veces se me presenta como la causa principal de mi soltería. A veces se me dice como una característica de mi personalidad, o de mi persona. A veces es el motivo por el cual soy tan chula, graciosa, simpatica, "ligerita" bailando. Y a veces, muchas de hecho, se me dice como burla. Tener el calificativo “G” parece ser equivalente a que te estrellen un pastel en la cara, o que se te quede papel de baño pegado al zapato: lo más cómico desde Condorito.

A mi me gusta ser graciosa, de hecho me encanta. Yo soy la primera en burlarme de mi torpeza; de mi habilidad para romper cosas que parecen irrompibles; de mi incapacidad de hablar por mucho tiempo sin insertar decenas de anglicismos y una que otra mala palabra; de mi pasión por los chocolates, las series gringas y las películas para adolescentes; de mis exigencias sociales y personales; de mis ideas liberales y capitalistas; de mi permisividad para con mis amistades; de mi acelere; de mi impaciencia; de mi terqueza; y de mi insistencia por tener cada segundo de mi día ocupado. De hecho, hasta me he burlado en más de una ocasión de mi grosor. Pero discúlpenme si me equivoco cuando digo que no es lo mismo cuando una hace el chiste que cuando una es el chiste.

Cada vez que mi madre, hermana, comadre, prima, tía, compañera de trabajo, estudiante, vecina, conocida, compatriota, conciudadana, proveedora de servicios, cliente o enemiga habla de su propio (inexistente o invidente) sobrepeso; cada vez que ellas mencionan tal o cual dieta; cada vez que se sorprenden cuando no titubeo al pedir un postre o servirme una segunda ración del pastelón de plátanos maduros con queso; cada vez que tocan en la radio “Baby Got Back”, “El Mujerón”, o canciones similares; no puedo evitar sentirme observada, calificada y señalada.

Poniendo mis propios complejos e inseguridades a un lado por un momento, ¿es demasiado pedir por un día sin que se mencione la palabra “G”, sin que el tema de conversación sean las libras que tal o cual persona ha bajado o ha subido; y sin que se comenten los beneficios de esta nueva dieta?

Estoy hambrienta por 24 horas en que no se me recuerde que como parte de la clase “G”, soy como mucho, menos, y como poco, diferente. Yo creo que en esta ciudad a una se le califica por zona de residencia, color de piel, tipo de pelo, género, edad, estado civil y nivel académico; y con esto ya me parece suficiente. ¿Por qué entonces siento que de un tiempo a esta parte tu número de libras se ha convertido no sólo en otro calificador, sino en el más importante? Píenselo de esta forma, preferías:

Alternativa “A” o alternativa “G”
Estar soltera o tener 50 libras de más.
No haber terminado la universidad o tener 50 libras de más.
Vivir del otro lado o tener 50 libras de más.
Tener el pelo crespo o tener 50 libras de más.
Ser más morena o tener 50 libras de más.
Ser hombre o tener 50 libras de más.

Apuesto en que al menos dos de los casos anteriores la alternativa “A” le da tres patás a la “G”. Así que a aquellas de ustedes, aquellos también, con l@s que comparto tiempo, experiencias, actividades y espacios, les digo que ustedes pueden ser la diferencia. Con un poco de esfuerzo de hablar de lo que fuera –deporte, economía, reguetón, cine, religión, pelota, política, quién se está, estuvo, o estará acostando con quién—ustedes pueden ayudar a hacer mi sueño de un día libre de la palabra “G”, y todo lo que me acuerde a ella, una realidad.

6 comentarios:

Mariel dijo...

Me da rabia pensar que pedir un día sin decir "the G word" es tan utópico como pedir que se pase un día sin hambre, no tan importante pero igual de imposible.

Lamentablemente, aunque nadie lo diga lo van a pensar, y si no sintieras como te miran con esos ojos de "esa pobre niña esta hechá a perde" uno no le diera mente a lo que sus pequeñas cabezas pensaran.

Pabletowh dijo...

LOS QUE VIVIMOS DE AQUEL LADO ESTAMOS MUY ENCONTRA DE LOS COMENTARIOS.... jejeje, relajando. María esto si está bueno, de verdad EXCELENTE.

No puedo hablar de "G" ni venir a lamentar que me miran por ser flaco poque aunque fuese cadáverico me blokearías de este blog. Pero fuese bueno de una vez por toda que se deje de decir G como menosprecio, que eso no sea cualitativo, fuese chulo.... pero este país, este mundo quiere buscar eso "en lo que fallas o no estás a la par" para joderte. Pero jamás!!! Excelente!

Loca Locura dijo...

1ro aquí la gente está muy aburrida con sus propias vidas.

2do me encanta el pastelón de plátano maduro.

3ro Real Women have curves.

4to "Only two things are infinite, the universe and human stupidity" Albert Einstein

Maria dijo...

Tann de acuerdo con Ginnette y aun más de acuerdon con Little Miss. Por eso es que amo a Einstein.

Milonga dijo...

si la gente dejara de decir la palabra G y preguntar la edad, seria un exito, un hit

Anabelle dijo...

estoy sumamente de acuerdo con Ginette y con todas las afirmaciones de Littlemissdrama.

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