lunes, febrero 12, 2007

La triste vida de los muggles

Quizás porque me enteré el pasado sábado que a mi sobrino Martín, de ocho años, no le gustan los dragones y que no cree en superhéroes, me he estado preguntando si estamos condenando a nuestros niños a una vida sin magia.


Mi ahijada Nicole, tampoco es mucho de fantasías, aunque finge (creo) aun creer en Santa Claus. Y Ciara y Raymundo José, mis otros dos ahijados, a quienes también creo que parí, tienen cada uno sus muñequitos favoritos (Power Rangers para él; Backyardigans, para ella), pero no son, como me hubiese gustado, adeptos a la magia. Son muggles (un término que la autora de Harry Potter asigna a las personas que no tienen dones de magia), lo que los hace niños normales aunque muy a pesar de eso – gracias a quien se las merezca— felices.

Yo, que tengo una fascinación un poco inmadura por los mundos de fantasía, quisiera poder compartir con ellos el anhelo de que Hogwarts en verdad existiese y que a cada uno de nosotros le tocase sentarse bajo el sombrero que te asigna la casa en la que vas a residir rezando “cualquiera menos Slytherin; cualquiera menos Slytherin…”. Y no sé si es el caso de mis niños en específico, o si es una situación que se presenta más en general, pero temo que a veces los niños de hoy tienen los pies demasiado puestos en el suelo; están muy cerca de la realidad.

Yo tuve una niñez feliz, pero con sus dolores, porque a pesar de todo el amor que recibí, y recibo, de mi familia, de los paseos, de las experiencias, de las tardes viendo películas, de las navidades con regalos y los cumpleaños en el Mirador; mi papá estaba enfermo. Pero mis recuerdos con él, y con mi familia, son de cuentos y tardes de cine y conversaciones y poesías en los que se me dejaba celebrar la fantasía. Yo era una niña un poco extraña, porque ni mi edad ni mi imaginación me alejaban por completo de lo que estaba pasando; pero era niña y se me dejó vivir mi niñez con sueños de dragones y viajes a las galaxias.

A veces las situaciones son aún más duras y a veces hay menos espacio para imaginación. A veces, los padres no pueden dar comida a sus hijos, por lo que tardes en el cine y libros de cuentos son lujos que no pueden costear. A veces, las enfermedades son aun más graves, las carencias aún más grandes y las tristezas aún más agudas, por lo que los niños entienden a una edad muy corta lo que es pobreza, trabajo, hambre, divorcio, muerte, enfermedad y responsabilidad… Pero en esos momentos es que yo creo que la imaginación los salva.

Si no fuese por la magia que tenía en mi vida, no sé si hubiese podido sobrevivir una pérdida tan dolorosa para todas nosotras. No sé si hubiese podido aspirar a cosas mejores, soñar con ser presidente (un sueño que dicho sea de paso se quedó en la niñez), ni si hubiese tenido tantas risas, ni tantos sueños. Por eso es que yo creo que la magia y la fantasía hacen falta, porque nos hacen creer que no hay barreras, que los seres humanos somos extraordinarios y que la bondad (porque Harry Potter, Cenicienta y todos los personajes que conozco cuyos cuentos están bañados de magia, eran buenos) se premia. Y por más que la vida de golpes y que las lecciones sean fuertes, la semillita de que todo es posible se nos queda sembrada en el alma.

Así que si me permiten, a pesar de mi inexperiencia como madre y mi lejanía a los retos que implica, déjenme sugerirles a los padres y madres que me leen que motiven la fantasía en sus hijos, con lecturas, cuentos y juegos, para que crezcan pensando que todos tenemos algo mágico por dentro. Y es que a mi, la vida de muggle me parece muy triste; no porque no podamos volar en escobas mágicas, ni convertir una rata en taza, sino porque los muggles ni siquiera saben que la magia existe.

10 comentarios:

Wendy Soto dijo...

Comadre! Estoy totalmente de acuerdo contigo. Hay que incentivar la magia. Yo he estado durmiendo en esos laureles en los últimos meses, pero puedo testificar que sí es maravilloso. Como madre, es una verdadera satisfacción ver que nuestros hijos tengan la capacidad de llevar las cosas a todo dar con su imaginación. A veces yo tengo que 'bajarle un chin' porque Ciara parece sufrir de sobreestimulacion y se me dificulta un poco mantener la energía para seguirle el coro, pero vale la pena. Es más, ya tengo el próximo tema para mi próximo blog. Sigan sintonisados,
Att. La identificada.

Loca Locura dijo...

Como la idea de dormir sola no me gustaba, tuve que crear algunas hermanas...
Mis muñecos eran mi público, mis confidentes y amigos.
Mi cama era un barco en medio del océano.
El cuco me morificaba la existencia, y si me tragaba los "chiclets" mi estómago explotaría.

Magia, imaginación y superstición se apoderaron de mi niñez, la mejor etapa de mi vida.

Anabelle dijo...

duele mucho y duele más que tengamos que hacer cosas para despertar la magia en los niños y niñas. Yo creo que todos nacimos creyendonos posible de todo y superheroes, pero es que hoy en día, las etapas de crecimiento, como todo, debe pasar rapido, no se disfruta, ya el carajito o la carajita nacen sabiendo, como digo yo, y sí que pena, es porque no les permitimos ser niños, no les permitimos gozar de esa etapa tan maravillosa y hacemos todo lo posible por matarla, yo creo que en vez de hacer cosas para que se les despierte el gusanito de la magia lo que debemos de dejar de hacer cosas para que crezcan más rapido y dejarlos montarse el palo de la escoba y dejarlos hablar solos jugando con los potes y dejarlos que nos cuente los cuentos de sus amiguitos (que no vemos), etc... y nos olvidemos de que tiene que aprenderse la matematica y/o tiene que sacar las mejores notas en el colegio, etc...

maria martinez dijo...

Estoy totalmente de acuerdo con wend y con ana yo a mis hijos (cuando los tenga) les dejare vivir con magia, para que no crescan antes de tiempo.

Unknown dijo...

Yo creo que todos los niños tienen sus fantasías; quizás no todos con seres alados, pero fíjate en un niña/a de 3-4 años jugando solo; está viviendo en su mundo de famtasía. POr eso a tu sobrina-ahijada le gustan los backyardigans (como a Alma y a millones de niños más) porque representan lo que los niños hacen: jugar representando mentalmente historias o imágenes de cosas que no existen en la realidad o que fueron reales pero no están presentes. Las fantasías surgen de cualquier cosa, pero hay que alimmentarlas, sembrarlas, echarles agua. cómo? con cuentos, con canciones, con experiencias nuevas, con VIDA!

Pabletowh dijo...

Y que pasará si expresara que mis padres nunca me incentivaron la magía y a falta de ella me llevo a hablar solo! Hay que cultivar su toque de magía. porque en esos golpes de realidad escaparse junto a Harry Potter es necesario!

Mariel dijo...

Yo todavía creo en ese mundo fantasioso (quizás por que aún no he madurado), no es que crea que pueda volar con una escoba, pero sí que con un poco de magia se puedan lograr muchas cosas.

Milonga dijo...

Bueno, si mi hija sale a mi, será una loquita fantasiosa q buscará figuras en las nubes de algodón y se reirá sin sentido mirando sólo las orejas de la gente e imaginando q son gnomos o elfos!

chimpumpam tortillas papas!
:-p

Florecita dijo...

Yo soy un hada, pero no se lo digas a nadie...

Carolin Guzmán dijo...

Nunca fui muy dada a ver munequitos(a pesar de que mi hermana mayor los veia todos), ni mucho menos creer en su magia o vivir en un mundo de fantasias. Quizas por eso en muchas ocasiones me da deseo de volver hacer niña...

Me encanto este post María, tiene mucho de verdad, a pesar de que estimula la fantasia

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